Vivo en un pueblito Boyacense, que dista a tres horas de Bogotá, cada fin de semana viajo a la ciudad, y los lunes retorno a mi campo, esta rutina la he llevado durante estos dos años. Cada que viajo, siento la diferencia entre estos dos mundos.
Cuando uno es citadino y llega al campo, admira la lentitud del tiempo, la calidad del aire, el susurro de sauces..., pero una ciudad, es un escenario que también es digno, de merecer un ejercicio contemplativo y de elogio. Quiero entonces, destacar en este post, la vida urbana.
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La ciudad son muchos mundos y muchas cosas, en ella, se siente el progreso técnico del hombre, se remolinean las ideas de ultranza, cuando uno llega a ella, uno es un anónimo más, que puede perderse en la multitud, uno es un don nadie, muy distinto a un pueblo, donde se sabe hasta los detalles más sórdidos de todo aquel que ose ser diferente.
La cultura urbana, da espacio a ideas diferentes, y lo mejor, no propicia discursos de tono racial, sexista o de exclusión, si los hay, la misma ciudad los depura. Un pueblo, excluye y juzga.
La calle es una zona de reunión no implícita, es un fluir de miradas soterradas, navegar por una calle, es darle gusto al ojo, es perderse en una nube de hechos y voces, en ésta todo espacio urbano es aprovechable.
La cultura urbana se alimenta de lo exógeno, de manera que transforma y consume información, de paso, crea con ello nuevas lógicas. En un pueblo, se supervalora su cultura, y a veces, permea a medias, ciertas costumbres.
Lo urbano fragmenta sin temor los conceptos, en lo rural, hay inercia al cambio.
Las ciudades se perfilan ya no como nudos, sino como regiones. Esa tendencia mundial, a lo urbano, sugiere que reflexionar la ciudad, es reflexionar sobre el hombre.
Sin duda, detrás de la apariencia, hay miseria, contaminación, inequidad, violencia..., pero quiero destacar, que existen esfuerzos para enfrentar dichos flagelos, dicha reflexión engrandece una sociedad, ese proceso se vive en Bogotá, esta ciudad se está pensando de manera colectiva, y poco a poco ha creado un halo de optimismo, que hacía falta.
A Bogotá la adoro, ante mis ojos en una década, se ha transformado para bien, se puede decir que es posible vivir la ciudad, se siente el avance en su infraestructura y en su cultura ciudadana.
Día sin carro, día de mujeres, ciclovia nocturna, Bogotá sin hambre, pico placa ambiental, Bogotá despierta toda la noche para el comercio, la red de Bibliotecas, Teusaquillo, Chapinero y La Candelaria, el cementerio central, Transmilenio, los humedales…. Y la vecindad con Melgar y Guatavita. Solo para mencionar algunas cosas.
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A manera de anécdota:
Sin duda, mi mirada, es una voz parcializada, pero saben que me motivó escribir esto?, Una noche en uno de los pocos “bares” de mi pueblito, dialogaba acaloradamente con otro personaje, sobre “la identidad latinoamericana” (charlas de borrachos), al otro día, mi tía abuela me dijo:
“Mijito, yo no quiero que sumercé sea el comunista de la familia”
Luego el sacerdote del pueblo (quien por cierto es un buena onda), me dijo:
“Hombre, yo sé que a vos, te gustá la política, lánzate a concejal”.
Por una sola conversación quede bautizado en dicho bar como DON CAUDILLO, y estoy seguro que trascenderá a todo el pueblo que una noche de copas, el “niño rafico” habló más de la cuenta, por ello en un pueblo hay que medir mucho de lo que hace y dice. Y me dije:
-“No joda, pueblo pequeño infierno grande, acá saben hasta el color de los pantaloncillos que usás, y no exagero”-.
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PD1
Mi campo a pesar de lo anterior, también lo adoro, pero ello corresponde a otro post.
PD2
Si de distinguir un elemento común fuera, sería el televisor, pero ello también, corresponde a otro post.
Fotos Bajadas de http://fotolog.terra.com.co/gabrielgoldo2005