El hombre tiene muchas dimensiones (biológica, cósmica, social, espiritual, física…), nuestro concepto de sí mismos esta y estará inacabado, es una utopía limitada por la restricción que ofrece el lenguaje.
Esa característica de ser y poder idealizarnos en tantas cosas, ha hecho que estemos llenos de analogías con otros sistemas también complejos (hormigueros, estrellas, incluso con un computador), pero fíjese, que aún estos modelos con los que algunos nos comparan o que utilizan como imaginario para comprender al hombre, son inicuos, por reducir una globalidad, por desconocer la singularidad del mismo o porque se ajustan a una pretensión escondida.
Leí ya no recuerdo en que lugar, como Hitler, con la teoría evolucionista de Engels y Darwin había construido su lucha empotrado en la idea de que la supremacía de un grupo era por el bien del mismo y su ecosistema. Reflexiono sobre ello y pienso como se degeneran los conceptos, cómo, no controlamos los efectos que tendrán nuestras acciones o reflexiones y cómo el sustrato o el filtro que construye un hombre durante su vida es tan trascendente o más, de lo que le pueda conceder la información de una academia o un libro.
Ello lo siento aún más, en esta época en la que estamos bombardeados del jaleo político, pues los discursos de anhelos expresados con palabras retumbantes, el ansia de poder, el maniqueísmo de los argumentos, las incoherencias en las posturas, en fin, de todo lo que hace el hombre con su dimensión política, envuelve y decepciona el rumbo de nosotros como sociedad.
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